domingo, 20 de junio de 2010

Signo de admiración - Nacho Aldeguer (Capman)

Vámonos a pintar la ciudad de rojo, regalar sonrojos, quitar el cerrojo a esta puta prisión.
Signo de admiración y cierro otra puerta y adiós decepción.
Signo de admiración y abro otra opción, y entra la sangre y cierro otra puerta que abres con la radiografía de mi corazón.
Joder, y eso que aún no te conozco...

5 comentarios:

  1. Ay, no puedo ver el videooooo...
    asi que me quedo con las ganas pero lo que mencionas parece interesante :P

    besos!

    ResponderEliminar
  2. No nos olvidemos de "esdrújulo" Dani Orviz.

    Descubierto y adoptado.

    Gracias por la entrada.

    Besos.

    ResponderEliminar
  3. "Quiéreme, sin rúbrica pero con pacto tácito..."

    Llevas toda la razón del mundo, Joe.

    Siempre es un placer compartir cosas con vosotros ;)
    Te dejo el link, D., por si quieres verlo.
    http://www.youtube.com/watch?v=WqSW7dxCeQo
    Te digo de antemano que el chico es bastante guapete, y aparte de componer es actor. Si llega allí la serie La pecera de Eva, le verás.

    Besitos, bucaneros!

    ResponderEliminar
  4. Dejo el poema entero de Dani Orviz, por si a alguien le interesa:


    Quiéreme
    Manifiéstate de súbito.
    Choquémonos, como por arte mágico
    en este sitio,
    un Miércoles.
    Pidámonos disculpas. Sonriámonos.
    Intentemos tirar el muro gélido
    diciéndonos las cuatro cosas típicas.
    Caigámonos simpáticos.
    Preguntémonos cosas.
    Invitémonos
    a bebidas alcohólicas.
    Dejémonos llevar más lejos. Déjame
    que despliegue mi táctica.
    Escúchame decir cosa estúpidas
    y ríete. Sonríeme. Sorpréndete
    valorándome como oferta sólida.

    Y a partir de ahí

    quiéreme.

    Sin rúbrica, pero por pacto tácito
    acepta ser mi víctima.
    Déjame que te lleve hacia la atmósfera,
    acompáñame a mi triste habitáculo.
    Sentémonos, mirémonos,
    relajémonos y pongamos música.
    De pronto, abalancémonos
    besémonos con hambre, acariciémonos,
    Desnudémonos rápido
    y volvámonos locos. Devorémonos
    como bestias indómitas. Mostrémonos
    solícitos en cada prolegómeno.
    Derritámonos en abrazos cálidos
    Virtámonos en húmedos océanos.
    Ábrete a mí, abandónate y enséñame
    el sabor de tus líquidos.
    Mordámonos, toquémonos, gritémonos
    permitámonos que todo sea válido
    y sin parar,

    follémonos.

    Follémonos hasta quedar afónicos
    Follémonos hasta quedar escuálidos.
    Durmámonos después, así,
    abrazándonos.

    Y al otro día

    quiéreme.

    Despidámonos rígidos, y márchate
    de regreso a tus límites
    satisfecha del paréntesis lúbrico
    pero considerándolo algo efímero
    sin segundo capítulo.
    Deja pasar el tiempo, mas sorpréndete
    recordándome en flashes esporádicos
    y sintiendo al hacerlo un sicalíptico
    látigo por tus gónadas.

    Descúbrete a menudo preguntándote
    qué será de este crápula.
    Y un día, sin siquiera proponértelo
    rescata de tus dígitos mi número
    llámame por teléfono
    y alégrate de oírme. Retransmíteme,
    ponme al día de cómo van tus crónicas
    y escucha como narro mis anécdotas.
    Y al final, algo tímidos, citémonos.
    En cualquier cafetín de corte clásico
    volvámonos a ver, sintiendo idéntico
    vértigo en el estómago.

    Y en ese instante

    quiéreme.

    Apenas pasen un par de centésimas
    sintamos al unísono un relámpago
    de éxtasis limpio y cándido,
    y en un crescendo cinematográfico
    dejémonos de artificios y máscaras.
    Rindámonos a la atracción magnética
    que gritan nuestros átomos
    y sintámonos de placer pletóricos
    por sentirla recíproca.
    Unidos en un abrazo simétrico
    perdámonos por esas calles lóbregas
    regalándonos en cada parquímetro
    con besos mayestáticos

    que causen graves choques de automóviles
    y estropéen los semáforos.

    Y para siempre

    quiéreme.

    Dejemos que se haga fuerte el vínculo,
    unamos nuestro caminar errático,
    declarémonos cómplices,
    descubramos restaurantes asiáticos,
    compartamos películas,
    contemplemos bucólicos crepúsculos,
    charlemos de poética y política
    y celebremos nuestras onomásticas
    regalándonos fruslerías simbólicas
    en veladas románticas.

    Y entre una y otra

    quiéreme


    Dejemos de quedar con el grupúsculo
    de amigos. Que los follen por la próstata.
    Pues si ponemos el asunto en diáfano
    solo eran una pandilla de imbéciles.
    Cerrémonos, y en un afán orgiástico
    con afición sigamos explorándonos
    buscando como ávidos heroinómanos
    el subidón de aquel polvo iniciático.


    Y aunque no lo logremos. Da igual.


    Quiéreme.

    Para evitar que nuestra vida íntima
    se corrompa con óxido
    busquémonos alternativas lúdicas
    apuntémonos a clases de kárate
    o de danzas vernáculas
    juntémonos en cursos gastronómicos.
    Presentémonos
    a nuestros mutuos próceres
    anteriores del árbol genalógico
    y a lo largo del cónclave
    sintámonos con ellos algo incómodos
    más felices de haber pasado el trámite.


    Y quiéreme después. Sigue queriéndome,

    continuando con el proceso lógico
    juntemos nuestras vidas en un sólido
    matrimonio eclesiástico,
    casémonos a la manera clásica,
    hagamos un bodorrio pantagruélico,
    y cual pájaros de temporada en éxodo
    vayámonos de viaje hacia los trópicos
    y bailemos el sóngoro cosóngoro
    mientras bebemos cócteles exóticos.

    ResponderEliminar
  5. Y al regresar, sentemos nuestros cráneos.

    Comprémonos un piso. Hipotequémonos
    Llenémoslo con electrodomésticos
    y aparatos eléctricos,
    y paguemos en precio de las dádivas
    regalándole nueve horas periódicas
    a trabajos insípidos
    que permitan llenar el frigorífico.
    Y mientras todo ocurre, solo

    quiéreme,

    del fondo de tu útero
    saquemos unos cuantos hijos pálidos,
    bauticémoslos con nombres de apóstoles,
    llenémoslos de amor y contagiémoslos
    con nuestra lóbrega tristeza crónica.
    Apuntémoslos a clases de música
    de mímica y de álgebra,
    y démosles zapatos ortopédicos,
    aparatos dentales costosísimos,
    fórmulas matemáticas
    y complejos edípicos
    que llenen el diván de los psicólogos.

    Releguemos nuestro ritual erótico

    a la noches del sábado
    cuando ellos salgan véstidos de góticos
    a ponerse pletóricos
    ciegos de barbitúricos.
    Paguémosles las tasas académicas
    a los viajes a Ámsterdam.
    Dejemos que presenten a sus cónyuges

    y al final, entreguémoslos
    para que los devoren las mandíbulas
    de este mundo famélico.

    Y ya sin ellos

    quiéreme


    a lo largo de apuros económicos
    y de exámenes médicos,
    mientras que nos vovemos antiestéticos
    más cínicos, sarcásticos,
    nos aplaste el sentido del ridículo
    y nos comen los cánceres y úlceras.

    Quiéreme aunque nos quedemos sin diálogo
    Y te pongan histérica mis hábitos.
    Enfádate, golpéame, hasta grítame
    y como única válvula catártica
    desahógate en relaciones adúlteras
    con amantes más jóvenes
    y regresa entre lágrimas y súplicas
    perjurándome que aún sigues amándome.

    Y yo contestaré tan solo

    quiéreme.

    Quiéreme aunque te premie salpicándote
    en escándalos cíclicos
    y te insulte, y te haga sentir minúscula
    y me pase humillándote
    y me haya vuelto un sátrapa
    que roza cada día el coma etílico
    y me haya vuelto politoxicómano
    y me conozcan ya en cada prostíbulo.

    Continúa queriéndome
    mientras pasan espídicas las décadas
    y nos envuelve el tiempo maquiavélico
    en un líquido amniótico
    que borre el odio que arde en nuestros glóbulos
    y nos arroje al hospital geriátrico
    a compartir habitación minúscula
    inválidos, mirándonos
    sin más fuerza ni diálogo
    que el eco de nuestras vacías cáscaras.

    Quiéreme para que pueda decirte
    cuando vea la sombra de mi lápida
    Y antes de que venga y cierre la mano
    de la muerte mis párpados:


    “Ojalá,
    ojalá como dijo aquel filósofo
    el tiempo sea cíclico
    y volvamos de nuevo reencarnándonos
    en dos vidas idénticas,
    y cuando en el umbral redescubierto
    de una noche de miércoles pretérita
    tras chocarme contigo
    girándote, me digas: "Uy, perdóname"
    le ruego que permita el dios auténtico
    que recuerde en un segundo epifánico
    cómo será el futuro de este cántico
    cómo irán nuestras flores corrompiéndose
    cómo acabaré odiándote
    cómo destrozarás cuanto fue insólito
    en este ser,
    cómo la vida empírica
    nos tornará en autómatas patéticos
    hasta llevarnos a la justa antípoda
    de nuestro sueño idílico."


    "Y sabiendo todo esto, anticipándolo
    pueda mirarte directo a los ósculos
    y conociéndolo muy bien. Sabiendo
    el devenir de futuras esdrújulas
    destrozando en un pisotón mi brújula


    te diga

    solo



    quiéreme."

    ResponderEliminar