domingo, 9 de mayo de 2010

Historia extraña de un clip I

Aquella mañana parecía que todos los domingueros se habían puesto de acuerdo para invadir las calles del pueblo con sus todo terreno de lujo. Debido a estas circunstancias todo parecía indicar que llegaría tarde al trabajo, aunque bien es cierto que también podía influir el hecho de que me dormí.


Aún así, el café de por la mañana era algo obligatorio en mi rutina diaria, así que antes de aposentar mi culo en la vieja silla giratoria del despacho, me dirigí a la cafetería de enfrente a la que yo siempre llamaba cariñosamente “La cafetería más mugrienta de varios kilómetros a la redonda”. Aparcar el coche y andar por la acera nunca habían sido experiencias especialmente inéditas en mi vida, sin embargo, aquella mañana eso iba a cambiar. Frente a mí yacía en el suelo el clip más grande que jamás había visto. Realmente no había visto tantos clips en mi vida, no era mi rollo, pero ese era grande, tanto como la colilla de un puro.

¿Qué coño pinta aquí este clip? Pensé. ¿Cómo ha llegado hasta aquí? ¿Qué extraño ser lo habrá creado? Y lo que es más preocupante, ¿para qué? Porque vamos, con ese tamaño no es que pueda sujetar folios, ¡es que puede sujetar hasta niños!
Mi curiosidad me pudo, cosa nada extraña en mí, y lo recogí para llevármelo al trabajo. Sé que mis compañeros me mirarían raro, pero total por una vez más nada iba a pasar.

Cuando llegué a mi despacho dejé mi descubrimiento encima del escritorio, esperándome a que tuviese un rato libre que dedicarle tras poner en orden todo el papeleo que dejé sin acabar la tarde anterior.

Vi que en ese momento llegaba Sandra. Joder ha vuelto a ponerse esa falda negra tan ajustada, está empeñada en hacerme insufrible el verano, si ya hace calor el que me produce ella supera todos los índices dados por el Meteosat.

-Buenas tetas, digo... buenas tardes... quiero decir... ¡buenos días! – Dije nerviosamente.

-Hola, tienes un clip gigante sobre el escritorio, ¿te habías dado cuenta?


Entonces lo vi claro... aquella ocasión era perfecta para ligarme al pendón de Sandra. Ninguna mujer se resistiría a un hombre que portase un clip de tales dimensiones. Ahora sólo tenía que inventarme una buena historia y ella caería rendida a los pies de mi lecho sin tener que recurrir al plan B, que consistía en hincharla a narcóticos.

[...]

1 comentario:

  1. Desde la lectura del microrrelato, tengo un clip gigante multicolor en mi propia mesa... XD

    P.D: Curioso acierto con la inversión de género entre autora y protagonista.

    ResponderEliminar