sábado, 27 de junio de 2009

Señores: el mundo civilizado


Se me ha partido el alma.

Acabo de ver el programa de 21 días que ha emitido Cuatro.

Hay quien dice que es morboso, y no le falta razón, pues al fin y al cabo es periodismo, y busca enganchar al público. También es innovador, o a mí me lo parece. Normalmente se nos informa de este tipo de situaciones en tercera persona, sin mancharnos las manos; aquí te duelen las manos de recoger fresas, o el estómago por ayunar durante días, o no pegas ojo por miedo a que alguien destroce tu chabola en la noche.


Sí, de acuerdo, es todo eso, y más. Pero esta noche... Esta noche no he podido evitar llorar viendo cómo un hombre hablaba con su mujer después de 4 meses y ella no era capaz de creer que viviese en esas condiciones infrahumanas, y pensase que quería dejarla; he llorado cuando medio minuto después se le dibujaba a ese mismo hombre una sonrisa amplia como la que más al hablar con su niña de 7 años, y reía porque ella le pedía que le comprase no se qué cosa.

Se me encogía el corazón cuando pensaba todo lo que esas personas habían dejado por ir en busca de falsas promesas, cuando he caído en la cuenta de que esos hombres tenían mi edad y cuán distintas eran nuestras vidas.


En un reportaje de Alemania comentaban que los alemanes aún se sentían culpables en cierta forma por las atrocidades que años atrás cometieron sus compatriotas. Hoy, y quizá sea un pensamiento que en frío pueda parecer absurdo, me he planteado si parte de la situación del continente africano no es culpa nuestra y del expolio personal y material que siglos atrás llevamos a cabo los europeos. Y he notado un sentimiento de culpabilidad tremendo.


No pretendo hacer un manifiesto social ni mucho menos intentar demostrar lo buena persona que soy yo preocupándome por estos negritos, cuando en realidad, mañana cuando baje a comprar, me cruzaré con uno y le rechazaré el periódico que me ofrece.

No, nada de eso. Sólo sentía que tenía algo que decir, tenía que intentar desahogarme antes de irme a la cama con la duda de si esto ha sido sólo el sueño, o mejor dicho, la pesadilla de una noche de verano, o algo más significativo para mí.

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